Querido Jack…

Querido Jack:

25 Cervezas en dos horas.

Quien iría a pensar que ello fuera posible. Yo, por lo menos, nunca había visto algo así y, desde aquel día nunca he vuelto a ver algo similar. Es una de esas historias que uno va a recordar durante toda la vida. Porque las mejores amistades se construyen con base en este tipo de hazañas, aquellas que quizá para muchos no tienen mucho sentido, pero para quien las vive se convierten en parte de una narrativa que adquiere tintes épicos. Lo impresionante no fue solamente el hecho de que hayas bebido tal cantidad de latas de cerveza sino todo el contexto: fue en el asiento de atrás del legendario Caribe amarillo de Fabio, en un viaje memorable a la mitad de la nada yucateca y con varios amigos de esos que duran toda la vida. Jamás voy a olvidar la cara de Snake cuando abrió la nevera que contenía el preciado líquido y se dio cuenta que la mitad del arsenal que habíamos preparado para el fin de semana fue bebido con singular prestancia por una sola persona. Lo más increíble: después jugaste “pintamonos” con alegría y a la mañana siguiente te levantaste y subiste la pirámide de la zona arqueológica de Ek Balam como un verdadero campeón. Eso sí, le pagaste a un tricitaxi para que te regresara al estacionamiento porque tu hazaña había rebasado todos los límites humanamente posibles.

Es una anécdota increíble que siempre, tal y como sucede ahora, me saca una auténtica carcajada. Lo mejor de todo, mi estimado amigo, es que muchas de nuestras vivencias juntos tienen esa capacidad: la de generar felicidad al regresar de los baúles más recónditos de la memoria.

Y es que 25 Cervezas en dos horas…aún me maravillo de ese hecho….

Querido Jack:

No puedo recordar exactamente cuando nos conocimos porque parece ser que fue en otra vida. Ya sabes, aquella vida antes de que llegaran las cuentas por pagar. Esa en la que lo más importante es ser feliz. Tal vez yo tendría unos 12 o 13 o años y tu 15 o 16, que más da. Pero lo que evidentemente recuerdo es el lugar: el Campamento Porvenir. Aquel sitio tan lleno de magia y que está ubicado en una de las playas más hermosas del estado de Yucatán y al que íbamos, supuestamente, para aprender a ser buenos cristianos. Pero en plena adolescencia lo que menos nos importaba era recetar versos bíblicos de memoria. Lo importante era pasársela bien y, en la medida de lo posible, evitar cualquier actividad de carácter religioso porque – seamos sinceros – nos parecían enormemente aburridas. Lo que no nos parecía aburrido era la enorme diversión que encontramos en compañía de esa bandita tan especial y tan selecta de amigos que armamos en esos años. Ese “club”, como le llegó a llamar el buen Marcos Celis, al que no cualquiera tenía acceso. Sí, éramos un poco mamones y lo más chistoso es que nos regodeamos en ello mientras tratábamos de convertirnos en los dueños del lugar.

Lo que si recuerdo es que en aquellos años lucías una rockera melena y ambos carecíamos de esas protuberancias abdominales que después hicieron un juramento de fidelidad hacía nosotros y se convirtieron en compañeras inseparables. ¡Que tiempos amigo!, en aquel primer campamento en el que coincidimos te sacaron a los tres días porque según fuiste demasiado indisciplinado. Los mojigatos directores de la actividad se asustaron por que llevabas un cigarro, ¡Un cigarro! como si con ello se iban a cerrar las puertas del cielo para ti y para todos los que nos hicimos tus compañeros de parranda campera. Creo que estuviste vetado un año del Campamento y cuando regresaste…te sacaron de nuevo. No puedo parar de reír al recordar eso, porque yo o alguien más podíamos portarnos mal y al que terminaban sacando era a ti. Después las aguas se calmaron un poco y durante los años siguientes lograste llegar hasta la última noche no sin antes ser coronado como el más feo del campamento (sí tu ganaste aunque después no quisieras recordar que fuiste el acreedor del preciado título), terminar liado a empujones con el legendario SoPoncio de la Ponzoneta Ponzoña, y haberte confundido al lavarte el cabello y en lugar de shampoo haberlo hecho con un bronceador y culpar a Fabio por el error que te pegó el pelo por toda una semana.

Mientras escribo pienso un poco en que Porvenir y en como su aislamiento del exterior tenía la capacidad de generar amistades duraderas, algunas de ellas completa y totalmente inagotables. La nuestra fue de esas. Es curioso porque varios años después regresamos como parte del equipo organizador de un campamento. Estábamos a punto de entrar a la treintena de años, y mientras el director de la actividad se paralizaba ante los problemas que se presentaban tomando su guitarra en lugar de buscar soluciones, comprendimos mucho mejor a los jóvenes y adolescentes que formaron parte de ese único campamento en el que estuvimos del otro lado. Algo habíamos aprendido ya de la vida y algo pudimos comunicar a los chicos. Fue también un tiempo inolvidable y que creo acercó más a los pocos miembros del club que estuvimos ahí.

Querido Jack:

¿Cómo olvidar aquellas mañanas y/o aquellas tardes en tu tienda del centro? Cuando yo era feliz trabajando en la radio universitaria y, mientras hacía alguna pausa en el trabajo, caminaba un par de cuadras hasta la calle 61 para tomar algo contigo en tu negocio. Esa tienda por la que desfilaban una gran parte de los personajes que transitan diariamente en el centro de Mérida y que nos hacían reír montones. Nunca vi una galería tan diversa y tan bizarra de tipos que pululaban por la tienda para refrescarse, comerciar algún tipo de vianda callejera o incluso ayudarte a  vender guayaberas a algún despistado turista. Para ellos y para nosotros fue una tragedia cuando decidiste cerrar la tienda, independizarte y mudarte a otra parte de la ciudad. Creo que el centro perdió uno de sus lugares más emblemáticos y jocosos. Sin embargo las risas que ahí se produjeron seguramente aún resuenen en el local donde alguna vez dejaste huella sin importar que negocio sea el que lo ocupe ahora.

Querido Jack:

Siempre admiré la manera como te metiste luego en tu negocio. Te convertiste en un auténtico experto de las guayaberas y llevaste la prenda a muchas latitudes. Creo que hoy muchos de los que se dedican a fabricarlas en Yucatán te deben mucho aunque tu marca no tenga tanto tiempo en el mercado. Estoy seguro que esa fue la mejor etapa de tu vida tanto en lo profesional como en lo personal. Fue justo cuando conociste a tu pareja perfecta y junto a ella construyeron algo más que un simple negocio: construyeron un gran proyecto. Lo mejor es que tuviste la oportunidad de verlo desarrollarse y crecer, de cumplir tu sueño y eso es algo que muy pocos logran. Siempre estaré agradecido porque en aquellos años patrocinaste algunos de mis  propios proyectos profesionales mostrándote solidario y completamente desinteresado. Fueron grandiosos días de esas fiestas en el “monasterio”, de las noches de parranda en todos los antros meridanos (inolvidables aquellos reventones en “Barroco”), de viajes a la Rivera Maya con amigos que se fueron convirtiendo también en entrañables y de aprovechar cualquier excusa para encontrarnos y compartir más risas. Por aquel entonces tuve el gran honor de ser testigo de tu boda (luciendo una impecable guayabera de JK) y de ver como salías del altar acompañado de la mujer de tu vida. Que afortunado fuiste mi amigo y que afortunados todos lo que estuvimos mirando a un lado del camino como te convertías en el esposo, padre y empresario que siempre quisiste ser.

Querido Jack:

Lamentablemente el tiempo y la distancia a veces nos cobran facturas. Yo me mudé a otra ciudad y tu decidiste pasar más momentos en compañía de tu nueva familia. Eso hizo que nuestros encuentros fueran más espaciados. Pero siempre que nos veíamos era como el quitar la pausa del tiempo y reiniciar la película de nuestra amistad.

Por ello me sorprendí mucho cuando me enteré de tu problemas de salud y de como pronto tu situación se agravó. Porque creo que alguien como tú no merecía pasar por lo que al final tuvo que pasar, más cuando te hallabas en la plenitud profesional y personal. Me hubiera gustado mucho verte antes de tu partida, pero decidiste que los últimos momentos en el planeta los ibas a pasar solamente en compañía de tu familia y yo respeté esa decisión. Porque creo que la amistad verdadera se sustenta en el respeto y el soporte de las decisiones que uno u otro tomen aunque no necesariamente se esté de acuerdo con ellas. Lamento profundamente no haberte podido dar un último abrazo, compartir contigo una última anécdota, una última discusión, una última carcajada…pero así fueron las cosas. Hoy me entristece brutalmente tu partida hacía las estrellas pero me quedo con tu mejor imagen: la del tipo bonachón, simpático, siempre dispuesto a ayudar y a pasar buenos momentos con los muchos amigos que tuviste en tu transitar por este mundo. Soy muy afortunado de haber sido parte de ellos.

Querido Jack:

En toda esta misiva, mi hermano, hay una palabra que se repite: risas. Hoy estoy realmente triste por todo lo ocurrido pero no he podido dejar de reír al recordar tantas cosas vividas a través de tantos años. La huella más grande que dejaste amigo fue esa: tu capacidad para generar alegría en todos los que te rodeaban. Alguien escribía hoy en mi Face que la verdadera inmortalidad recae en el recuerdo de los momentos vividos, no podría estar más de acuerdo. Vas a vivir por siempre en la memoria de todos cuantos te conocimos y por ello nunca te vas a ir, siempre estarás presente en cada reunión, en cada historia que recordemos, en cada cerveza que destapemos, ahí vas a estar, siempre. Nosotros nos encargaremos de aquí se sea.

Me queda nada más decirte: adiós mi querida Libélula. Vas a convertirte muy pronto en parte del polvo estelar que se mantiene fluyendo infinitamente en el universo. Vas a subir hacía las estrellas a las que son generadoras de toda la vida y desde ahí formarás parte de la eternidad universal. El mundo es un poco peor porque ya no estás hoy en él. Pero qué le hacemos: así es la vida, siempre la vida, esa que a veces sigue como muchas de las cosas que no tienen sentido.

PS…¿Quién pudiera tener la dicha que tiene el gallo?, 
racatapun chinchin el gallo sube, 
echa su polvorete racatapun chinchin 
y él se sacude…la cantabas como nadie…

…25 Cervezas en dos horas…

 

 

 

About davidmalborn

Escribo sobre lo que vivo y me gusta. Soy un experto en nada y un aprendiz de todo...
This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.

Leave a comment